Una vez más asisto perpleja al documento de los
Obispos Argentinos, como mensaje para la Navidad de este 2012.
“Creemos en Jesucristo señor
de la Historia” es el
comienzo.
Es allí en donde mi memoria de mujer nacida en un
hogar Católico Apostólico y Romano se retrotrae a la infancia. A los colegios
religiosos en donde estudié, a las misas de los domingos en la Parroquia de San
Miguel, las lecturas de la biblia donde se describe a Jesús y su compromiso con
los más sufrientes, dejando al descubierto en cada parábola la hipocresía de sus posteriores
representantes. La historia de la humanidad con los Reyes-Papas, que iban a la
guerra y cobraban fortunas para quien quisiera entrar lo más ligero posible al
reino de Dios a la hora de su muerte. La Inquisición. O Pio XII bendiciendo las
armas en la segunda guerra mundial.
Pero no, eso fue hace mucho, ¿o no tanto? Tan solo
treinta y seis años atrás (poquito en la historia de un país) la tenebrosa sociedad de civiles/militares/iglesia,
abrió las puertas del infierno que tanto dicen combatir. Infierno en el cual
Bergoglio no estuvo ajeno a la delación de otros sacerdotes que justamente “no
comulgaron” con las practicas genocidas. Hoy sin embargo un grupo de Obispos se
encuentra dolido y preocupado por la situación política de nuestra Argentina y
denosta sobre todo el compromiso militante de nuestra juventud.
Jesús señor de la historia,
te necesitamos repiten, Nos
sentimos heridos y agobiados. Y en otro párrafo “Deseamos que toda la sociedad tome una mayor conciencia de la
necesidad de mejorar el sistema educativo, de modo tal, que los más pobres sean
sus principales beneficiarios. La necesaria preparación para la vida cívica de
niños y jóvenes debe excluir la politización prematura y partidista de los
alumnos.” Se niegan entonces estos señores de la oscuridad a reconocer
los logros y avances en la educación toda, dirigida a que ningún niño o joven
deje de estudiar.
Otro de los lamentos es “A casi treinta años de la democracia, los argentinos corremos el
peligro de dividirnos nuevamente en bandos irreconciliables. Se extiende el
temor a que se acentúen estas divisiones y se ejerzan presiones que inhiban la
libre expresión y la participación de todos en la vida cívica”
La infinita falsedad volcada en el documento daría paso
al vómito, si no fuera por los callos en el alma que dejaron sus cotidianas
traiciones.
En el país soñado que desde el 2003 podemos
disfrutar no caben más las dilaciones a la hora de definirse. Sobre todo la participación
militante de los jóvenes, que SI estudian, que SI trabajan o que van rumbo a
una realidad que los merezca, con posibilidad de inserción para opinar y también
decidir. Preocupa entonces el pedido de exclusión, a no ser, que se trate de
una amenaza encubierta por quienes supieron callar –o participar- en las
aniquilaciones de aquella divina generación de los 70.
Como nunca la libertad que se respira en nuestro país
permite (incluso a los desestabilizadores) decir cuanta barbaridad se le venga
en gana irrespetando hasta la figura
presidencial. Los Obispos hablan en dicho documento sobre que no
se inhiba la libertad de expresión, en consonancia con el discurso
Magnettista y oportunista de algunos sectores de nuestra patética oposición. Y así
continua criticando leyes como la del casamiento igualitario, el aborto y solicitan
“un orden democrático”. Además advierte sobre el peligro de dividirnos en
bandos irreconciliables, situación que abonan en tanto que desde sus lugares de
privilegio en donde la vagancia está respaldada con dineros del estado,
pretenden sembrar veneno con estas opiniones cuando con sinceridad debemos plantearnos la lógica puja
en una sociedad que como la mayoría de las sociedades en el mundo, se divide en
dos sectores, el de los oprimidos que lucha por su liberación y justicia, y el
de los opresores a los que ellos pertenecen.
No llama la atención por supuesto, que lo elaboren y
presenten antes del 7D cuando entrara en vigencia en su totalidad La Ley de Medios, una de las más
democráticas en el mundo.
La Iglesia Católica Argentina, una vez más avanza en
contra sentido del pueblo. Lo grave es que lo hace invocando a Jesús a
sabiendas de la fe de los cristianos. Los argentinos, pertenecientes a
cualquier culto no merecemos esto. Tampoco Jesucristo, el Señor de la Historia, para muchos el hijo de Dios, para otros un
revolucionario de su época, aquel que saco a latigazos a los mercaderes del
templo. Ese señor de la historia no
merece el atropello.
Lorena Cormick