
-aquel que el Intendente de San Isidro (Posse)- dijo
que no tenía habilitación y sin embargo fue beneficiado por su suegra para no
pagar impuestos. Decían en el programa radial que nadie pensó en el sufrimiento
de los hijos de Kiciloff cuando fue víctima de la canallada en el buquebus.
Cuentan los testigos que el mayor de sus hijos se tapaba la cara y el más
pequeño (de dos años) se puso a llorar. ¿Cómo olvidar que su padre fue
insultado y calificado de chorro, judío de mierda, hay que tirarlo al rio? ¿Qué
pasara en su cabecita inocente y cuanto de ese recuerdo puede perturbarlo?. Coincidí
con el comentario, y luego mi sorpresa fue mayor al enterarme que, pese al
rechazo general frente a este ataque, hubo voces “discordantes” y, que la peor
fue la de Gil Lavedra, legislador por la UCR, abogado constitucionalista, pretendido
demócrata que dijo, más o menos, que Kiciloff “se merecía lo que le sucedió”.
Entonces busquemos en los antecedentes del “demócrata”
en cuestión. Porque más allá de todo lo que conocemos de la UCR y su
responsabilidad en el desastre que desemboco en la huida de De la Rúa en helicóptero
mientras la policía asesinaba argentinos, el señor diputado tiene en su haber
su papel de defensor acérrimo de las empresas que justamente, joden y han
jodido al gobierno nacional…es decir a todos nosotros, los argentinos.
El asombroso cinismo de muchos protagonistas de la política
nos deja atónitos. La inmoralidad de Patricia Bullrich, la traición de los
principios de Victoria Donde, la ineptitud soberbia de Hermes Binner, y la
constante, histórica traición a la patria de los Duhalde, los Aguad y los
Macri, que sin embargo, se atreven a levantar el dedo para juzgar los logros de
Cristina Fernández, por incapaces de llevarlos adelante ya sea por cómplices de
la oligarquía, o cuanto menos por cagones.
Es imprescindible entonces, que nos informemos (a
fondo) de los negocios y trapisondas de estos sujetos. Difundirlas,
compartirlas y tenerlas presentes para los debates tan necesarios en estos
momentos.
Llegar a la elecciones con la profunda convicción de
haber podido transmitir (hasta en una suerte de militancia barrial) las
verdades y las mentiras. No solo en las redes sociales sino en las plazas
(mientras tomamos unos mates), en los comercios del lugar, en las rondas de café.
El Pueblo (nosotros) quiere saber de qué se trata. Comencemos
a cumplirlo.